Sus ojos se abrieron de par en par
Elaina se detuvo, su respuesta atrapada en un momento de shock. Miraba fijamente su pantalla, con los ojos muy abiertos en incredulidad y sus manos temblorosas visiblemente. La magnitud de la situación comenzó a calar lentamente, dejándola temporalmente sin palabras y abrumada.
La inocente pregunta de Maia sacó a Elaina de su trance. «Mami, ¿puedo ver?», repitió ella. Elaina se obligó a sonreír y ocultó su preocupación. «No, cariño, es solo el repartidor», dijo con una calma fingida que no sentía, intentando proteger a su hija de la cruda realidad que enfrentaban.