Nueva evidencia muestra que los expertos estaban equivocados sobre la extinción de los dinosaurios

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Robert DePalma

Jane asintió, estrechando su mano. «Nunca fue sobre salvar a alguien», agregó con suavidad. «Fue sobre encontrar la pieza que faltaba en el rompecabezas de mi vida, en los lugares más inesperados.»

El espacio de trabajo de DePalma era un santuario de esqueletos y fósiles, un verdadero tesoro para aquellos que encontraban belleza y misterio en lo que había sido enterrado profundamente en la tierra. Su experiencia no se limitaba al ámbito académico; poseía el raro don de comunicar sus descubrimientos de tal manera que capturaba la imaginación del público. Su oficina estaba abarrotada de mapas, herramientas de excavación y borradores de artículos sobre nuevos hallazgos. Cada hueso, cada fósil era una pieza del rompecabezas que estaba determinado a resolver, no solo para satisfacer la indagación científica sino para reconstruir la historia del antiguo pasado de nuestro planeta.