La fauna salvaje recuperaría áreas previamente dominadas por los humanos.
Inicialmente, tras la desaparición de la humanidad, uno de los cambios más notables sería la recuperación completa de la fauna salvaje. Las zonas urbanas, antes llenas de vida humana, sufrirían un proceso de rewilding. Tanto los animales salvajes como los previamente domesticados tomarían el control, mientras que la flora crecería de manera desenfrenada. Alan Weisman, autor de «El Mundo Sin Nosotros», pintó un panorama de este escenario en una charla con Live Science.
Weisman destacó enfáticamente los efectos en cascada que tendría la ausencia de humanidad en los insectos, lo que resultaría en ecosistemas florecientes. Aseguró: “Con una prosperidad de insectos, las plantas también florecerían y, poco después, observaríamos un crecimiento en las poblaciones de aves.” Este efecto dominó revitalizaría hábitats, permitiendo que la naturaleza reclamara los espacios que antes ocupábamos.