Un fin de semana de enero de 2017, Rosalynd Harris estaba trabajando su turno como muchos otros días en un restaurante, cuando entró un grupo de hombres con sombreros rojos brillantes.

Exudando un ambiente artístico muy relajado que era típico de las reuniones de activistas de derechos civiles, estos hombres sobresalían como un pulgar dolorido en el restaurante. La joven camarera estaba instintivamente nerviosa y temía que pudieran estar buscando problemas…