Un hombre afortunado

Conocía la casa como la palma de su mano. Lo miró desde el camino de entrada con su techo de tejas, ventanas reparadas y las persianas que había colgado. Se había puesto un montón de trabajo en ello.

Ahora era suyo, y cuando abrió la puerta, no podía creer su suerte. Luego se llenó de lágrimas cuando vio lo que ella había dejado sobre la mesa. Era algo que nunca hubiera imaginado.