Como cada dos días, el hombre estaba esperando en el metro cuando notó a un pasajero poco probable entre otros viajeros. Era un perro. Al principio pensó que pertenecía a alguien, pero estaba muy equivocado.
El hombre entendió que ya no podía pararse con las manos en las manos. Tenía que averiguar a dónde había ido el perro. Pero cuando se enteró de lo que estaba haciendo y por qué estaba allí, inmediatamente llamó a las autoridades.