La Estación Espacial Internacional es el último lugar en el que querrías que algo te pillara por sorpresa. Desde el agotamiento de los niveles de oxígeno hasta la colocación de los botones y mandos, todo en el interior de la nave está diseñado para ser predecible.
El exterior, sin embargo, es una historia completamente diferente. Por eso, cuando una cámara de la estación espacial captó accidentalmente una anomalía inusual en la Tierra, sorprendió a todos los astronautas a bordo, que se apresuraron a ver qué ocurría.
Un extraño espectáculo
Cuando se captó la imagen del fenómeno, toda la estación espacial se apresuró a buscar sus propias cámaras. Aunque la tripulación había visto muchas imágenes espectaculares desde su lugar en órbita, la escena que tenían delante era una que no podían dejar de ver por pura confusión.
Al principio, sin embargo, la tripulación apenas podía distinguir lo que estaba viendo. Gracias a una espesa capa de nubes, los miles de kilómetros que había por debajo no se veían, a excepción de una pequeña columna de humo que se elevaba en la atmósfera.
Desvío escénico
Sin poder dispersar las nubes, la tripulación no tuvo más remedio que esperar a que la estación volviera a orbitar alrededor de la Tierra. Afortunadamente, no faltaron las vistas impresionantes mientras se desplazaban ingrávidamente por el espacio.
En esta foto, el lejano borde de la Vía Láctea sirve de telón de fondo a nuestro humilde hogar. Justo debajo, el desierto del Sahara tiñe la atmósfera de la Tierra de un polvoriento color naranja mientras los rayos del sol brillan en millones de kilómetros cuadrados de arena.
Hola, Luna
Mientras la ISS continuaba su órbita alrededor del planeta, la Luna mostraba su cara familiar. Como la estación espacial gira alrededor de la Tierra cada 90 minutos, los astronautas son recibidos por el brillante cuerpo blanco de la Luna un total de 16 veces al día.
Y hacia los polos norte y sur de la Tierra, la ISS tiene asientos de primera fila para uno de los fenómenos más impresionantes del planeta: las auroras. Ver estas luces desde la Tierra es sin duda cautivador, pero verlas desde el espacio es realmente algo mágico de contemplar.
Gente por todas partes
Cuando la estación se acercó un poco más a la Tierra, quedó claro el gran impacto que tenemos los humanos en nuestro planeta. Incluso desde el espacio, nuestra presencia era visible en los miles de millones de luces que brillan en nuestros hogares y ciudades.
Los astronautas también pudieron ver el impacto directo de los humanos en el medio ambiente. Esta piscifactoría artificial a lo largo de las costas del norte de China es tan grande que se puede ver desde el espacio. E ilustra sólo una de las muchas formas en que hemos moldeado el mundo natural que nos rodea.
Un nuevo punto de vista
Al acercarnos, fue sorprendente ver algunas de las maravillas naturales más reconocidas del mundo desde un punto de vista completamente diferente. El Himalaya puede parecer un imponente conjunto de picos montañosos desde el suelo, pero desde arriba, los ríos y arroyos que atraviesan la nieve hacen que la cordillera parezca una compleja serie de raíces de árboles.
Del mismo modo, desde arriba los vastos desiertos de Irán parecían más un cuadro de Van Gogh que un páramo bañado por el sol. Sin árboles ni suelo que cubran la vasta extensión de terreno, las capas multicolores de piedra eran asombrosamente claras incluso desde el espacio.
Una vista impresionante
Incluso la Gran Barrera de Coral -que ya es una de las maravillas naturales más grandiosas del mundo- adquirió un nuevo aspecto extraordinario cuando se vio desde la órbita de la Tierra. Sin embargo, aunque estas imágenes eran innegablemente bellas, la tripulación también consiguió tomar un puñado de ellas que eran un poco más inquietantes…
Desde el espacio, el alcance de las catástrofes naturales se hizo mucho más evidente, y las fotos de estos fenómenos fueron impactantes. Esta sorprendente imagen mostraba un huracán formándose sobre el Atlántico antes de dirigirse a la costa oriental de Estados Unidos.
Destrucción detallada
Aquí se veían las inundaciones del río Mekong de Tailandia causadas por las fuertes lluvias monzónicas. Mientras la tripulación se maravillaba con todas las increíbles vistas que tenían ante sí, de repente se dieron cuenta de que estaban a punto de realizar una órbita completa. El extraño penacho estaba casi a la vista.
Y tal como esperaban, la capa de nubes también había desaparecido por completo. Con una visión clara del fenómeno de abajo, los astronautas quedaron totalmente asombrados por lo que veían ante ellos.
¡Allí sopla!
¡Era un volcán en erupción! La espectacular explosión había creado una enorme nube de fuego y gas, esparciendo cenizas y escombros a miles de kilómetros en todas direcciones. Pero, ¿qué volcán era el responsable de este increíble espectáculo? ¿Y los habitantes de los alrededores estaban en peligro?
Afortunadamente, fue el volcán Raikoke, situado en una zona deshabitada de las islas Kuriles, frente a la costa de Japón. Este volcán, que forma parte del conocido Anillo de Fuego, ya había entrado en erupción en dos ocasiones: la primera en 1778 y la segunda en 1924.
Asistencia de alto secreto
La tripulación de la ISS se apresuró a enviar fotos de la erupción a la Tierra, donde el impresionante acontecimiento se compartió con los aficionados al espacio de todo el mundo. En el futuro, la tripulación podría prestar algunas de estas imágenes del desastre a uno de los proyectos más secretos de la NASA.
Conocemos mejor a la NASA por el lanzamiento de astronautas y satélites en órbita, así que podría sorprenderte saber que un equipo de sus científicos está estudiando modelos de una ciudad de Nueva York devastada por el fin del mundo. No se trata de un proyecto secundario, sino que van muy en serio.
Intereses únicos
El hombre que está detrás de esta peculiar misión es Lindley Johnson. Veterano de 23 años de las Fuerzas Aéreas, se incorporó a las filas de la NASA en 2003. Y desde entonces, su mente ha estado fijada principalmente en el fin del mundo.
Pero no te preocupes, Lindley no es un chiflado. No insta al apocalipsis, sino que lo enfoca desde un punto de vista analítico. Lindley trabaja como Oficial de Defensa Planetaria de la NASA, así que no hay nadie mejor preparado para enfrentarse al día del juicio final.
Mantener un ojo en el cielo
Aunque la humanidad se pone en peligro a diario, Lindley no se preocupa por las amenazas terrestres. Le preocupan más las rocas espaciales. Es cierto que la mayoría de los meteoritos que llegan a la Tierra son bastante pequeños, incluso microscópicos.
Sin embargo, ¿qué pasaría si un asteroide -de varios campos de fútbol de diámetro- se precipitara hacia nuestro planeta? Lo más probable es que aterrice en medio del océano, pero Lindley quiere tener algo más que suerte.
Estar preparado
Por eso su equipo de la NASA investiga casos hipotéticos de asteroides gigantes que impactan en zonas urbanas densas. Suelen pasar miles de años entre estos sucesos catastróficos, pero Lindley pretende estar preparado en cualquier momento.
Al fin y al cabo, la geografía de la Tierra demuestra lo destructiva que puede ser una colisión. Desde luego, la NASA no desea ver el centro de Manhattan convertido en un cráter, pero está interesada en saber hasta dónde se extenderían los daños.
Simulando el desastre
El equipo de Lindley realiza continuamente simulaciones para tener una mejor idea de dónde es más probable que impacten los asteroides y qué tipo de daños podemos esperar de ellos. En algunos casos, la colisión puede ser inevitable. Pero la Tierra no está totalmente indefensa…
Durante años, Lindley y sus colegas operaron con un presupuesto muy reducido. Afortunadamente, una auditoría de 2015 convenció al Congreso de lo esencial que podía ser la defensa planetaria. Inmediatamente aumentaron el poder adquisitivo anual de Lindley de 5 a 50 millones de dólares.
Defender con datos
Con más recursos de su lado de lo que nunca imaginó, Lindley ha liderado la carga contra el peligro galáctico. Su equipo de la NASA reunió un arsenal de datos y tecnología punta para mantener a raya a los asteroides.
La NASA mantiene este dato en secreto, pero ha catalogado más de 2.000 asteroides en nuestro sistema solar capaces de destruir un continente entero. Volar una roca tan grande podría causar demasiada lluvia radiactiva, así que Lindley tiene otros trucos bajo la manga.
Piscina espacial
El método más prometedor para redirigir un asteroide es el uso de impactadores cinéticos. Estas naves espaciales no tripuladas se estrellarían contra un asteroide a gran velocidad, desviándolo así de nuestro planeta. Piensa en ello como una partida de billar de alto riesgo.
Con el debido respeto a los fans de Armageddon, Lindley no cree que aterrizar en un asteroide sea la solución más eficaz. Sin embargo, la NASA no ha descartado por completo esa opción.
Otros usos
Los astronautas se han entrenado para realizar complejos aterrizajes en asteroides, aunque nadie ha intentado nunca la hazaña. La NASA prevé esta operación más bien como una forma de recoger muestras de minerales, pero siempre existe la posibilidad de que se pongan en plan Michael Bay en caso de emergencia.
La NASA tiene una selección de soluciones hipotéticas para elegir, aunque también está intensificando la prevención de asteroides de forma más concreta. Por ejemplo, han instalado más telescopios orbitales para vigilar cualquier roca espacial que ponga en peligro la vida en el sistema solar.
Planificación preventiva
Al final, la capacidad de detectar la llegada de una catástrofe podría ser el factor más importante. La mayoría de las técnicas de deflagración requieren meses o años para movilizarse, por lo que unos días de antelación no servirán de nada. Pero la buena noticia es que la NASA no está sola en esta lucha.
El equipo de Lindley realizó ejercicios con la FEMA -la Agencia Federal de Gestión de Emergencias- para preparar los daños colaterales de una colisión. “Son una gran manera de aprender a trabajar juntos y satisfacer las necesidades de los demás”, explicó Lindley.
Esfuerzo global
En 2019, Lindley también ha organizado una conferencia con la Agencia Espacial Europea y la Red Internacional de Alerta de Asteroides. Trabajando juntos, tendrán ojos en el cielo de todo el mundo.
Aunque parece poco probable que tengamos que enfrentarnos a un apocalipsis inminente, nuestra civilización está mejor preparada que nunca. Esta noticia no hará más que decepcionar a los preparadores del día del juicio final, que es muy posible que hayan abastecido sus búnkeres para nada.
Sin preocupaciones
A pesar de las consecuencias de vida o muerte de su trabajo, Lindley dice que duerme bien por la noche. Es sólo un día más en la NASA. Además, Lindley puede nombrar a un montón de colegas que tienen responsabilidades que podrían ser incluso más difíciles que las suyas.
Es probable que Lindley no pudiera con el trabajo de George Aldrich. Cuando el profesor de George le dijo de niño que “disparara a las estrellas”, se tomó ese consejo al pie de la letra. Si avanzamos varias décadas, ha conseguido algo más que un tufillo de éxito en la NASA.
En la Marina
Cuando crecía en Nuevo México, George vio a su padre ascender en las filas de la Marina y unirse a los codiciados Ángeles Azules. Siempre soñó con alcanzar esas alturas, así que buscó un trabajo heroico en cuanto terminó el instituto.
George empezó con algo más pequeño. Se ofreció como voluntario para el departamento de bomberos local, y su reciente experiencia en química y matemáticas despertó el interés del jefe. Éste apuntó a George para una tarea especial en el cuerpo.
Miembro destacado
Aunque no extinguió muchos infiernos, George destacó en el panel de olores del departamento. Al entrenar su sentido del olfato, podía detectar problemas como fugas de gas antes de que tuvieran la oportunidad de prender. Pronto, George se dio cuenta de que estaba destinado a cosas más grandes y mejores.
En 1974, su jefe le recomendó que llevara su talento al siguiente nivel. La NASA tenía una presencia firme en la zona, así que quizás, pensó George, podría asegurarse un puesto allí. Al mismo tiempo, no cualquiera podía llegar y solicitar ser astronauta.
Apolo 1
Tras la catástrofe del Apolo 1 -en la que un fallo técnico a bordo de un transbordador acabó con la vida de los tres miembros de la tripulación-, la NASA se tomaba en serio la seguridad. Necesitaban personal que pudiera prevenir los desastres que la mayoría de la gente nunca vería venir.
Después de enviar su solicitud, George tuvo que hacer un examen extenuante para ver si estaba hecho de la materia correcta. Horas más tarde, dejó el lápiz y se dirigió a casa, esperando una llamada telefónica que haría o rompería sus sueños.
Buenas noticias
Entonces llegaron las buenas noticias: La NASA le dijo a George que se presentara inmediatamente en las instalaciones de pruebas de White Sands, donde comenzaría su nuevo papel como especialista químico. ¿Pero qué significaba eso exactamente?
Bueno, si le preguntaras a George sobre su trabajo, se describiría a sí mismo como un “Nasalnaut” o el “Chief Sniffer”. Y es que sus verdaderas responsabilidades se reducen a oler todo lo que la NASA envía al espacio.
Largos periodos en el espacio
Por extraño que parezca, el papel de George tiene sentido. Los astronautas van al espacio durante largos periodos de tiempo, atrapados en espacios reducidos, respirando aire recirculado. Lo último que quiere el mando es que cualquier olor o sustancia nociva viaje con ellos, oliendo el transbordador.
Ahí es precisamente donde entran George y su equipo. Inspeccionan personalmente el olor de cada pieza de la carga y del equipo para asegurarse de que todo está en forma. Por supuesto, nadie ha estado oliendo durante más tiempo que George.
Récord
Tiene el récord de la NASA de mayor número de olfateos oficiales, con una cifra que se acerca a los mil. Naturalmente, el sistema de George es más matizado que el simple hecho de juzgar un olor como bueno o malo.
El panel de olores examina a ciegas cada objeto, para que sus concepciones cotidianas sobre los artículos no nublen su juicio. A partir de ahí, los olfateadores clasifican todo en una escala de 0 a 4. Si algo tiene una puntuación superior a 2,5, sugieren dejarlo en la Tierra.
Un truco ingenioso
Entre las pruebas, George puede limpiar su paladar, por así decirlo, utilizando un truco desarrollado por los perfumistas. Simplemente restablece sus fosas nasales oliendo el dorso de su propia mano, lo que a veces se llama “volver a casa”. Y su trabajo probablemente ha salvado vidas.
Una misión espacial tripulada implica tantas reacciones químicas complejas que la NASA no puede arriesgarse a que se cuele ningún material tóxico a bordo. Los propios astronautas pueden no ser capaces de detectarlo, por lo que necesitan una nariz experta que lo haga por ellos… y más.
Los artículos tóxicos
Muchas veces, los materiales más problemáticos no son los que cabría esperar. George ha descubierto que, por ejemplo, los rollos de película para cámaras fotográficas antiguos pueden ser sorprendentemente tóxicos. Mientras tanto, otros artículos pueden resultar francamente repugnantes.
Algo tan básico como el velcro puede apestar todo un transbordador espacial. George determinó una vez que, aunque las correas de velcro por separado no tienen ningún olor real, juntas pueden producir un olor insoportablemente penetrante. Pero no todos los olores se pueden eliminar.
Los humanos apestamos
George dice que, a la hora de la verdad, los humanos realmente apestan, y no hay mucho que la NASA pueda hacer al respecto. Debido a funciones básicas como sudar e ir al baño, los astronautas tienen que aprender a vivir con un poco de olor.
Después de 44 años, George sigue con fuerza. Calcula que sólo ha faltado a dos pruebas -por enfermedad- en toda su carrera. Se podría decir que escribió el libro sobre las pruebas de olores, y definitivamente también ha olido ese libro.