Los médicos no tenían otra opción que poner a Britta en coma artificial si ella y su marido Matthew querían tener la mejor oportunidad de dar a luz a un hijo sano. Pero con todos los riesgos asociados, Matthew no podía evitar estar nervioso. Por suerte, todo parecía ir bien. Pero dos meses después, todo cambió de repente.

Matthew realmente pensó que lo peor había pasado para él y su familia. Su hijo por fin había nacido con aparente buena salud y su mujer Britta había salido del coma. Pero dos meses después de que naciera su hijo, Matthew recibió una preocupante llamada de su médico…

Lo peor no había pasado

Matthew realmente pensó que lo peor había pasado para él y su familia. Su hijo había nacido en aparente buen estado de salud y su esposa Britta había salido del coma. Pero dos meses después del nacimiento de su hijo, Matthew recibió una llamada preocupante de su médico…

Tenían que ir al hospital inmediatamente. Mientras el corazón de Matthew se aceleraba, Britta estaba extrañamente tranquila. Como si supiera exactamente lo que iba a pasar. En el hospital, Britta necesitaba hacer un par de pruebas mientras Matthew esperaba nervioso…

Los médicos estaban desconcertados

Cuando llegaron los resultados de las pruebas, los médicos apenas podían creerlo. Casi tenían miedo de compartir estos resultados con la familia, ya que les costaría creer que fueran exactos. Pero, ¿qué le pasaba a Britta? ¿Y por qué tuvo que dar a luz en coma?

Una de las enfermeras llevó a Matthew a un pequeño despacho en la planta superior, donde le esperaban dos médicos. Cuando le explicaron la situación en la que se encontraba su mujer, así como la noticia de lo que estaba a punto de ocurrir, Matthew casi se desmaya. El embarazo no había sido un camino de rosas hasta el momento, pero nunca hubiera imaginado que se pusiera tan mal.

Matthew tenía que estar de acuerdo

Para que su esposa Britta y su bebé, que pronto nacerá, tuvieran alguna posibilidad de sobrevivir a esta prueba, ella tendría que ser puesta en un coma artificial. El cerebro de Britta en hibernación temporal sería su mejor oportunidad de éxito, según los médicos. Sin embargo, era Matthew el que tenía que estar de acuerdo con esto antes de poder proceder.

En circunstancias normales, pedirían el consentimiento del paciente que iba a entrar en coma, pero en este momento, Britta ya no estaba en un estado en el que pudiera tomar una decisión meditada. Estaba debilitada y le habían dado mucha morfina para aliviar el dolor. Por lo tanto, ahora le correspondía al marido de Britta tomar la decisión…

El juicio del médico

A Matthew esto le resultó duro. Era como si los médicos le presentaran una decisión entre la vida y la muerte. Rápidamente le quedó claro que no había mucha elección. Los médicos le aseguraron que el procedimiento sería seguro, así que ¿quién era él para dudar de su criterio? Finalmente, aceptó que Britta quedara en coma.

Sin embargo, Matthew pidió un favor. Lo único que quería era estar en la habitación cuando comenzara la ejecución. Estrictamente, esto iba en contra de los procedimientos, pero el equipo decidió permitirlo. Matthew tomó la mano de su esposa mientras el médico la dormía profundamente. Le aseguraron a Matthew una vez más que ella volvería a despertarse, pero Matthew no pudo evitar estar preocupado.

Llevada al coma

Al principio, Matthew sintió el fuerte agarre de su amada y embarazadísima esposa sobre su mano, pero con el paso de los segundos, pudo sentir que este agarre se debilitaba. Esto le rompió el corazón y, al mismo tiempo, supo que no había otra opción. Tenían que empezar a centrarse en el siguiente paso, que era dar a luz al bebé.

A Matthew no le cabía duda de que Britta habría preferido que el parto fuera lo más natural posible, pero eso no parecía posible. No había forma de que su mujer pudiera expulsar al bebé en ese estado. Se vieron obligados a someter a Britta a una operación de cesárea, con todos los riesgos incluidos que ello podía conllevar.

Tres semanas de espera

La operación quirúrgica estaba programada para dentro de tres semanas, ya que estaba más cerca de la fecha de parto de Britta. Esperar tres semanas daría al bebé las mejores posibilidades de venir al mundo lo más sano posible. Según los expertos presentes, esto no supondría ningún riesgo adicional para el bienestar de Britta. Para Matthew, sin embargo, era diferente…

Los siguientes 21 días fueron un auténtico infierno para Matthew. Intentó hacer una vida lo más normal posible en este periodo, yendo al trabajo con su rutina habitual y viendo deportes en la televisión cuando llegaba a casa. Desgraciadamente, no podía funcionar con normalidad en absoluto, ya que su mente vagaba constantemente hacia el bebé y su mujer en coma.

El día de la operación

Llegó el día de la operación después de las tres semanas, aunque para Matthew parecía que habían pasado tres meses. Britta se había mantenido muy estable durante el proceso de espera y los médicos determinaron que estaba en un estado lo suficientemente bueno como para que se ejecutara la operación quirúrgica. Matthew apenas podía respirar.

Aunque el tiempo de espera fue largo, la operación en sí sólo duró una media hora. Era un procedimiento tan estándar para este equipo que los cirujanos casi podían hacerlo con los ojos vendados. El hecho de que Britta no necesitara más anestesia aceleró aún más el proceso. Matthew observaba todo con atención desde detrás del cristal.

Sosteniendo a su hijo recién nacido

Cuando terminó la parte quirúrgica, Matthew pudo entrar en el quirófano. Fue absolutamente surrealista para él tener en sus brazos a su primer hijo, su hijo. Acababa de ser padre y esta constatación le hizo olvidar el mundo que le rodeaba durante unos segundos. Sin embargo, en el fondo seguía estando su mujer con la que los cirujanos estaban terminando.

Cuando Matthew volvió a la realidad, casi le resultaba demasiado. ¿Se le permitía sentir alguna alegría antes de que todo esto terminara? Sin embargo, sabía exactamente lo que su esposa querría que hiciera en esta situación. Tenía que estar allí para el bebé con toda su energía hasta que ella se despertara de nuevo.

Nunca más

Se sintió extraño al tomar esta foto con su teléfono, ya que no se sabía lo que iba a pasar después. Britta llevaba tanto tiempo dormida que Matthew se sentía inseguro sobre el futuro. Si existía el riesgo de que su mujer tuviera que volver a pasar por este calvario, su hijo recién nacido seguiría siendo seguramente hijo único, a no ser que se plantearan la adopción.

Cuando Matthew estaba pensando en esto, la enfermera que le había ayudado durante la cesárea quiso hablar con él. Le explicó que había que mantener a su mujer en coma durante al menos una semana y posiblemente más, para que los médicos pudieran concluir con certeza que Britta estaría lo suficientemente fuerte como para ser despertada de nuevo.

Estancia en el hotel del hospital

A Matthew le chocó un poco, porque justo antes de la operación le habían dicho que la espera iba a durar un máximo de una semana. Él y su bebé no salían del hospital, salvo cuando dormían en el hotel del hospital. Rara vez perdió de vista a su mujer durante esos días, esperando pacientemente cómo evolucionaría la situación…

Después de una semana exacta, por fin llegó el día. Las dudas y preocupaciones de Matthew dejaron paso a una tonelada de optimismo. Los médicos le habían dicho que eran muy positivos respecto al estado físico de Britta y que pronto se despertaría bien. Matthew se dio cuenta de que aún no habían decidido el nombre, así que esto sería lo primero.

Llorando de felicidad

Y así sucedió un par de horas después. Se reunió un equipo de dos médicos y dos enfermeras para proceder con seguridad a la operación que implicaba una inyección con el brebaje médico necesario que Britta necesitaría. Ese día se despertó, acostumbrándose poco a poco a todos sus sentidos. Su marido empezó a llorar porque las cosas por fin mejoraban. Se sentía el hombre más feliz del mundo.

Mathew apenas podía respirar, ver a Britta abrir los ojos era el momento más feliz de su vida. Durante un rato, lo único que pudo hacer la pareja fue llorar y abrazarse. Mathew tuvo cuidado de no apretar demasiado a su mujer, pero se vio incapaz de soltarla. Pero era Britta la que tenía preguntas, muchas de las cuales sólo el médico podía responder.

Llevaría algún tiempo

Por suerte, el médico se reunió con la pareja poco después. Él y las enfermeras le explicaron a Britta con todo detalle las últimas semanas, con cuidado de no emplear grandes términos que pudieran conmocionarla. Parecía que a Britta le costaba digerir la noticia, pero una vez que el médico le explicó que el bebé había nacido y estaba sano y salvo, nada pareció importarle.

Britta escuchó el resto de la explicación antes de pedir ver a su bebé. Estaba ansiosa por conocerlo. Mientras la enfermera se dirigía a la salida, Mathew se alegró de mostrarle las fotos que había tomado con el bebé mientras Britta seguía en coma. Britta observó cómo Mathew pasaba las fotos, con los ojos empapados de lágrimas mientras miraba las imágenes. Finalmente, la enfermera regresó con el bebé, Britta observó con lágrimas silenciosas cómo la enfermera llevaba al bebé a la habitación.

Un certificado de buena salud

El resto del día pasó rápidamente mientras el médico le hacía pruebas a Britta para asegurarse de que estaba bien. Llegó el día de la revisión y tanto Brita como el bebé recibieron el visto bueno. Tendrían que volver al hospital en los meses siguientes para someterse a revisiones programadas para asegurarse de que no hubiera rarezas o efectos secundarios de la operación. La familia ya estaba preparada para empezar su vida en común. O eso creían.

Las dos semanas siguientes parecieron pasar rápidamente para la joven familia. Su prioridad número uno era volver a la normalidad. En primer lugar, llamaron a su pequeño bebé Hope, para demostrar lo que significaba para ellos. Para Britta y Mathew, lo más importante era ser los mejores padres para Hope. Pero la normalidad significaba enfrentarse a una difícil decisión.

Suprimir sus preocupaciones

Matthew tenía que volver al trabajo. Había agotado sus vacaciones y su baja por enfermedad, lo que significaba que iba a dejar solos a su mujer y a su bebé. Aunque Matthew entendía que era necesario, le resultaba difícil separarse de ellos. Además, no podía librarse de la inquietante sensación de que algo iba a salir mal en su ausencia.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo la sensación se aliviaba y Mathew podía pasar tiempo en el trabajo sin preocuparse por el bienestar de Britta y Hope. Pronto habían pasado cincuenta días desde su salida del hospital. Ahora era el momento de que Hope tuviera su primera revisión después del parto. ¿Pero estaban preparados para los resultados?

La familia no estaba preocupada

Para Matthew y Britta, observar a Hope a diario les hacía confiar en su salud, pero sabían que la circunstancia de su parto ponía a su hijo en mayor riesgo de caer gravemente enfermo. Pero, por suerte, el médico coincidió con sus pensamientos, haciéndose eco de que el bebé estaba realmente sano y saludable. La visita duró unos escasos diez minutos y la pareja se disponía a salir cuando las cosas dieron un giro. La pareja salía de la consulta del médico cuando se encontró con una cara conocida. Era su enfermera, la que había atendido a Britta durante y después del coma.

Los días siguientes transcurrieron sin incidentes. La familia se había instalado en una cómoda rutina. El bebé estaba sano y Britta también, y todo parecía feliz. Pero unos días después, las cosas dieron un giro inesperado cuando recibieron una llamada alarmante. Era el hospital y las cosas no iban bien.

El asistente del médico sonaba muy preocupado

Era el asistente del médico, Matthew sólo había hablado con el hombre unas pocas veces, había sido amable y profesional en el pasado. Mathew se imaginaba muy poco preocupado a alguien con sus antecedentes, pero esta vez su voz parecía intranquila. Informó a Mathew de que él, Britta y Hope tendrían que acudir al hospital lo antes posible.

Esto preocupó a Mathew, preguntó si se le podía dar algo más de información, pero el asistente le explicó que, por motivos legales, tendría que ver al médico para obtener la información que necesitaba, y le animó a acudir lo antes posible. Al no ver otra cosa, Mathew llamó inmediatamente a Britta para transmitirle la información.

Extrañamente tranquilo

Britta aceptó y la pareja decidió que ese día irían a visitar al médico. A la salida del trabajo, Mathew recogió a Britta y los tres se dirigieron directamente al hospital. Mathew sólo podía sentir el pánico en sí mismo a medida que se acercaban al hospital. Pero, en cambio, Britta parecía extrañamente tranquila.

Matthew trató de no centrarse en la extraña reacción de Britta ante la situación, pero le molestaba que permaneciera tranquila mientras existía la posibilidad de que la salud de su hijo estuviera en peligro. Cuanto más se movían, más se inquietaba Matthew por la compostura de ella, ¿sabía ella algo que él no sabía?

El largo viaje

A Matthew le pareció que llevaban una eternidad en la carretera. Por fin llegaron al hospital y se apresuraron a entrar para comprobar su estado. Una vez que se presentaron en la recepción, fueron inmediatamente acompañados a una habitación aislada al final del pasillo. Dentro, alguien les esperaba.

La pareja se encontró cara a cara con el médico principal que había tratado a Britta mientras estaba en coma. Pero no estaba solo, a su lado estaba la enfermera que Mathew había dejado para hablar con Britta hacía más de una semana. Esta vez, pudo ver la clara expresión de preocupación en su rostro. De repente, a Matthew se le ocurrió que tal vez era Britta la que estaba enferma.

El médico comenzó a explicarle

El médico observó cómo Mathew se ponía pálido y se volvió para evaluar a su mujer. Rápidamente, intervino viendo hacia dónde se dirigían los pensamientos del joven. Explicó que en realidad no había nada malo en la salud de boh su esposa y su bebé. -Al menos no físicamente. De hecho, habían debatido si involucrarse o no era su lugar.

Mathew se alegró de saber que Britta estaba bien y el bebé también. Pero el tono y la mirada que intercambiaban el médico y la enfermera no ayudaban a aliviar sus preocupaciones. Entonces el médico continuó, estaban aquí hoy para discutir un asunto que Britta había planteado en su conversación con la enfermera.

Matthew se quedó atónito

Britta le había confiado a la enfermera que, al no haber sido consciente del nacimiento de su hijo, se sentía alejada del bebé. Esperaba que la sensación se le pasara, pero sólo se había agravado. Mathew estaba atónito. Era la primera vez que se enteraba de esto. Se dirigió a Britta y buscó en su rostro una negación, pero ella no le miró a los ojos. ¡Dios!

Mathew se dio cuenta de que el médico tenía razón, Britta estaba realmente pasando por esto. El médico le explicó que era totalmente normal que muchas mujeres experimentaran esto, especialmente después de un parto como el suyo. También era un problema totalmente solucionable, y por eso habían pedido a la familia que viniera hoy.

Por suerte

El médico había hablado con algunos de los terapeutas del hospital sobre la situación, y le explicaron que Britta podía empezar a recibir sesiones de terapia gratuitas lo antes posible. La familia lo agradeció y Britta se apuntó a sesiones de terapia individual y familiar. Juntos, la joven familia trabajó para curar la cicatriz emocional. Por suerte, su duro trabajo dio sus frutos.

A medida que pasaban las semanas, Mathew podía ver los avances tanto en Britta como en Hope. Estaba claro que la madre y la niña habían empezado a estrechar su vínculo. Estaba muy agradecido al médico y a la enfermera que habían organizado las sesiones, ya que sentía que su familia podía finalmente superar el dolor de la experiencia.